Te puse la moneda para el barquero sobre el ataúd, pero ni en ese último momento se me ocurrió decirte cuánto amaba tu música. Anoche me di cuenta de que en realidad jamás te lo dije: nunca supiste que era la fan número uno de tus canciones, tu poesía, tu voz, desde que pisé Uruguay a los 19 años. Compré todos los discos, fui a todos los recitales (incluso cuando ya te conocía personalmente). Pero nunca, nunca te comenté nada ni te dije que me encantaba lo que hacías, que tu música había sido un antes y despues en mi vida.

Tan obvio era que no se me ocurrió. Quizás el excesivo respeto de no mezclar al ícono con el amigo, de no fastidiarlo con lo que -pensé- sabría de sobra. Qué machetería.