Al fin! Hace como veinte días que no escribo nada aquí, y no porque no haya tenido qué: ha sido una locura, interna y externa. Tendría que haber subido unos tres posts por día, mínimo, pero no tiene gracia hacerlo ahora. Lo que pasó, ya pasó, por lo menos lo inmediato. Lo otro se decanta, se aquieta, deja ver figuras reflejadas o se pierde para siempre.

Pero marco mi lugar en el río, tiro mi caña al agua, me tapo el sol con el sombrero y me echo hacia atrás. Mañana vuelvo, espero. Mañana empiezo. Mañana, si todavía estoy en este mundo (“El sol saldrá mañana es tan solo una hipótesis”, dicen los solipcistas).

Estoy embelesada con varias cosas que pasaron. Hay un bebé Theo que me tiene conmovida con su carita de pixeles lejanos. Pasan cosas. Muchas cosas.

Tengo el alma un poco más liviana que hace unos días. Nunca creí que trabajaría tanto con la escritura y laterales. Y en Uruguay, nada menos! Es sorprendente. El año que viene tendré en cuenta que a veces los milagros suceden.

Pero por supuesto, extraño escribir. Tanto como a mí misma. Tendré que encontrar un equilibrio. Perderse es mal negocio: preguntar a Fausto.