Yo, como tantas niñas, tuve un diario de cuero color vino, repujado, con una maravillosa llavecita dorada. En mi caso particular, seguí escribiendo toda la vida y necesitando llavecitas doradas a cada paso, seguramente por una gran fragilidad de identidad que se siente amenazada por cosas que a los demás les parecen sólo opiniones ajenas. Yo no, yo necesito esconder una parte de mi alma, de lo contrario corro el riesgo de ser devorada. Lo del color vino fue circunstancial nada más, no creo que haya tenido mayor influencia en mis posteriores hábitos o placeres.
Ahora bien: ¡pobres hombres! No sé por qué, los adultos casi siempre les regalan estas cosas a las niñas; rara vez a los varones. Con esa exclusión, dan a entender que la introspección es, al final de cuentas, una característica ligada al sexo femenino, quizás incompatible con la tradicional acción del sexo masculino. Resulta que si un hombre no sufrió alguna enfermedad importante durante su infancia, seguro que tuvo pocas oportunidades de parar el mundo y reflexionar sobre sí mismo. Yo abogaría por el derecho universal a la llavecita dorada; es demasiado importante como para que quede sólo en manos de niñas presumidas…
Hola lo mismo digo, por que a los muchachos no les regalan su diario y si a las mujeres, es, creo yo, una actitud muy machista, pensar que escribir sobre uno mismo es actividad exclusiva de la mujer porque a las mujeres no nos interesa demostrar algunas debilidades y plasmarlas en nuestra escritura en las páginas del diario.
Te saludo desde mi México
Me hiciste acordar. Cuando era chica, 11 o 12, empecé con un diario (imitación de nácar y dorado, candadito y su llave). Lo que pasa es que mi casa era una casa sin intimidad, sin espacio alguno de privacidad. Yo me iba a la escuela y sudaba pensando que alguien (mi madre) leería el diario. Debe haber sido entonces que empecé a escribir para adentro, registrar y guardar la historia en un lugar cuya llave solo yo podía usar. (Bueno, también hay algunos talleres literarios que dan con la clave de la caja fuerte, bah…)
…y el mío también, Lola, aunque lejano…
Juas! Porque así nos quedamos contentas. Total!, después serán ellos los dueños de las llaves grandotas, las del reino de las letras y los masculinos pensares, esas llaves que abren las machas puertas del comportamiento universal. Mientras tanto, nosotras seguimos con un collarcito de minúsculas llavecitas doradas. Tintineantes. Pero jodedoras y cada vez más poderosas!
Beso,
Katia
Bah! Hoy en día yo no le regalaría estos diarios con llavecitas doradas a una niña, sino un blog 🙂