El reflejo blanquecino que entra de la plaza me hacía parpadear, como siempre. Aunque medio perdida por el contraluz, alcancé a darme cuenta de que la mujer sentada a un par de mesas de distancia era la misma del otro día. Su aspecto es un tanto enfermizo: pálida, con la piel apergaminada y flaca; sin embargo tiene una vitalidad envidiable. A mí me encanta; es una de esas viejas que me sacan un poco el miedo a llegar a ser una anciana bruja sin nada de sex appeal, ni siquiera retórico. Ella da la impresión de traer siempre alguna maldad en la mente; fuma ahí, sola, sentada mientras observa al mundo, y se le escapa como una sonrisita comprensiva entre pitada y pitada. Me pareció que me estaba mirando directamente, y esos arsenales de experiencia de la vida me traspasaban como si yo no fuera más que una radiografía.

Me levanté de mi mesa para saludarla; al hacerlo, no sé por qué, tuve mayor conciencia de nuestra diferencia de edad. La mujer me agregaba juventud; podía sentirme una muchachita soñadora e inmadura, con mi vestido rosa fuerte y mi buena cara al mundo. Pero no lo lograba del todo porque todavía sentía encima sus ojos de zorro.

Le dije: -Hola, Anne…¿Cómo estás?

Usé una sonrisa franca, enorme, distendida: trataba de recuperar a la muchachita a pesar del zorro. Ella me saludó con la cabeza; esa vez que estuvimos en la misma mesa me enteré por casualidad que era de Irlanda. A Guanajuato lo eligió en un mapa: éste, un lugar céntrico de México para terminar mis días. Anne…ella se dice Ana…

Me dijo: -No va a llover hoy, por fin. Está soleado otra vez.

Yo le contesté que sí. El contraluz me seguía molestando. Y por decir algo, agregué luego: -Me gustan los días como hoy: me dan ánimos.

En el momento en que dije “me dan ánimos”, noté que los ojos de zorro se aflojaron dejando lugar a una mirada cansada y azul oscura, una mirada de hechiceros celtas exiliados, una mirada de lágrimas en pausa, algo, de tristeza fumada a solas en un cuarto. Fue como un soplido que me contó sin palabras de sus escalones depresivos. Sentí su alivio; estaba muy de acuerdo conmigo, más que de acuerdo. Estos días dan ánimos porque estar animado sencillamente no va con la naturaleza de la vida.