Claro, los peores tributos de este día son mi tío Pocho, cómplice herido por el mismo rayo que yo, Ana, José Manuel. La propia Sor Juana Inés de la Cruz, la auténtica, murió un 17 de abril de 1695. O sea que mi relación con esta fecha viene de larga data ya.
Sí, es un día que siempre me trae muertes consigo. Si se trata de que un aspecto o territorio conocido tiene que morir para dar paso a algo mejor o más auténtico, entonces la muerte no habrá sido en vano. Con todo su dolor, con todo el miedo que nos causa (de eso no se salva nadie), pero sería una elección, una decisión responsable. Porque también se podría morir cuando no hay otra alternativa, pero entonces el viaje se frenaría allí mismo, en ese instante: el auto se estrella y huele a alcohol, el metro pasa con su rugido horroroso, el corazón se detiene sin avisos ni adios alguno. No hay tierra prometida, en esos casos; no se trata de un riesgo. Es simplemente la muerte mala, no la bendita muerte.
Veremos mañana -lo por venir- con qué clase de resacas y cardúmenes de este 17 de abril nos encontramos.
Dice en este mismo blog, dos años atrás (y nótese la alusión a los terremotos, hoy tan preocupantemente en boga):
“El calendario azteca tenía 18 meses de 20 días cada uno, y un mes llamado nemontemi de sólo cinco días y seis horas, lapso considerado como aciago por lo cual se interrumpía toda la actividad ordinaria, se ayunaba, se buscaba la instrospección, todo se vaciaba. Correspondía al fin del año civil, es decir, el nemontemi siempre implicaba un nuevo comienzo, o al menos hasta el fin del sol en curso (por cierto, este Quinto Sol terminará posiblemente por terremotos en diciembre de 2012, así que a dejar los asuntos pendientes en orden, por las dudas!). Bueno, yo al igual que los aztecas, también tengo mi “día nefasto”, ese día en el calendario personal en el que pueden pasar las cosas más tremendas e intensas, y que no se sabe bien por qué hay una tendencia a que se ubiquen allí, que se encaramen desde su extraña naturaleza cíclica.”
Estoy empezando a pensar que todo el mundo debe tener, seguramente, su propio nemontemi, su día aciago en el calendario. Sólo que yo soy, quizás, más observadora, archivista obsesiva, y para colmo creo en las señales, en el diálogo silencioso con el universo, en el dibujo que forma el tapiz visto desde arriba. Por eso repito y adapto, pero nada cambio de lo de hace dos años, el final de lo escrito entonces:
Día aciago. Cerrar las ventanas. Temblar ante cada correo que baja. Convocar a los dioses para que nos permitan mañana, domingo 18, “”un nuevo comienzo”. Recordar a los que se fueron. Abrir el paraguas. Rezar bajito.
Leer más de esta aciaga historia en:
http://adioslevrero.blogspot.com/2008/04/el-da-aciago-de-mi-calendario.html
Yo también lo tengo. Aunque aún no lo he identificado del todo, porque tengo varias fechas que se repiten año tras año. Será que tengo varios días aciagos?
Por otra parte, también tengo un número, 428, que me sigue desde que tengo memoria. Supuse que me iba a morir el 4 de febrero del 2008, pero no sucedió. Jugué a la quiniela, a la lotería, al 5 de oro armando combinaciones. Nada. Lo sumé hasta formar una sola cifra, lo resté, lo multipliqué. Nada de nada. No sé qué tiene que ver conmigo ese número pero estoy convencida que es mi número aciago. Besos
El mio: 6 de enero.
Faltan aún capítulos de la vida como para definir si esas fechas son parte de alguna simetría o no. Pero está bueno tenerlas en mente, por aquella conciencia del "ciclo" que tanto mueve y hace revisar.
Esto de los numeros se está pareciendo peligrosamente a Lost. A mí me cuida el 14. Siempre. (No se equivoquen: la Niña Bonita es el 15. El 14, en cambio, tiene unas cuantas copas de más…). Todo parecido con la realidad… jua…
PS. 17/4/98 conocí a mi compañero 🙂