Hoy, y en muchos, demasiados momentos de los últimos años, ya no me importa tanto juntar o pescar o recuperar o hacer brillar o salvar del olvido mis pedacitos mágicos, aquellos que me hacen ser quien soy.
Con levantar del piso mis pedazos (los burdos, enormes, rudos pedazos de mi alma y de mi vida) me conformo.
No es el tiempo el que pasa. Pasamos nosotros.