… y me hizo esta traición de enfermarme, como a todos los demás, luego de esta ola polar (literalmente: estamos casi en el Polo Sur)!

Es posible que necesitara parar y dejar vagar la mente. Hace mucho, mucho tiempo que no tengo ni una gota de aire para mí, que no tengo cuándo escribir, que los contactos conmigo misma se están limitando a este esporádico blog y algún sueño desordenadamente registrado. Por supuesto, con mucha satisfacción personal por los talleres, lo bien que marcha la gente y todo lo que se recibe en ese sentido. Pero esa es mi labor de partera: yo también tengo procesos y obras que parir, tarde o temprano. Es demasiada postergación, casi cuatro años. Necesitaría que mi hermanito (Levrero, no el Mopri) me puteara como sólo él lo sabía hacer. Aunque cuando él me puteaba yo no tenía a Astor: no encarar mis vocaciones y misiones de vida tenía que ver sólo con mis propias niñerías.

Y claro, una gripe fulminante (para colmos, con trabajo en curso, aunque por lo menos logré encarar la culpa de suspender el taller de hoy jueves) no es lo que se dice un oasis de reencuentro con uno mismo…

Es muy difícil parir a los hijos con dolor (es decir, hacerlo día a día), ganar el pan con el sudor de la frente y además necesitar desesperadamente escribir, estar solo, contemplar, incubar, dejar hacer.

Si encuentro una solución para este dilema la publicaré en el blog, no se preocupen, chicas, escribas modernas del siempre agobiante y malabarista XX (qué clavo la liberación femenina, Dios mío!)