Y yo me pregunto… ¿qué habrá sido primero? ¿Haberme leído a los 13 años todos los diarios del Che Guevara (los de “Pasajes de la guerrilla revolucionaria” eran alucinantes, pero también leí los de Bolivia, que eran bastante más aburridos), luego por el cuarto de siglo íntegros los “Cuadernos de la cárcel” de Gramsci (hice una monografía sobre su concepto de superestructura, pero no tenía por qué leerme sus diarios completos), y así, cartas, autobiografías, memorias, diarios de Kafka, Flaubert, Thomas Mann, Frida Kahlo, Casanova, Malcolm Lowry, etcétera y larguísimo etcétera? ¿Haber escrito yo misma cientos de cartas (en la era pre-correo electrónico, es decir, toneladas literales de papel), desde la primera noche fuera de mi país a los 8 años en que decidí mandarle una a mis abuelos, aunque recién íbamos por Buenos Aires? ¿Tener diario personal desde los cinco años, con mi temblorosa letra de niña precoz, un diario con tapa roja de cuero repujado, letras doradas y candadito que aún conservo junto con decenas de tomos? ¿Habrá sido primero todo eso, o yo simplemente sabía que en la vida adulta me apasionaría acompañar a otros en el misterioso viaje por la historia personal desde la escritura? ¿El famoso hilo de Ariadna, que sólo sabe manejar quien se internó en el laberinto alguna vez?

(*) Adviértase que este post puede contener publicidad subliminal, je je… así está el mundo!