Sobre los últimos días del año terminé a las 2.30 am -una de mis tantas noches de insomnio, habituales últimamente- de ver Batman, el caballero de la noche en DVD. El título en inglés es mucho más atinado, The Dark Knight, pues lo acerca a la idea de la Sombra junguiana, que es lo que la película trabaja en pleno (además de que knight no puede confundirse con gentleman, como en español). Es dolorosamente pesimista y tiene muchos niveles simbólicos, algo que no esperaba de una película que, según yo, sería de vil entretenimiento y cuando mucho de fascinación por el arquetipo del Héroe y el mundo siempre pujante de los comics. Me costó entrar en materia, en el ambiente de la película, por algunas desprolijidades lógicas al principio e incluso de continuidad, pero la zona dramática de los personajes centrales y el conflicto entre Batman y el Guasón -y de cada uno consigo mismo- es muy buena. El pobre Heath Ledger, QEPD, hace una excelente composición (que, por otra parte, sin duda le debe mucho al director, figura que siempre suele hacer el invisible trabajo del ama de casa: se nota sólo cuando no se hace bien, de lo contrario ni existe y los actores suelen llevarse todo el mérito, como buenas estrellas). Es increíble que el tipo muriera antes de terminarla, como si la carga sombría y despiadada (tanto como la vida) de encarnar al Guasón hubiera sido demasiado.

Me resultó muy perturbadora e incluso triste su final. Si antes era sensible, ahora que tengo a Astor puedo ser aniquilada emocionalmente por una imagen o la perspectiva de hallarme frente a la crueldad irracional algún día. Otra vez la misma frase: los dragones se escapan de las mazmorras -es evidente que la palabra mazmorra quiere decir mucho más que celda, cárcel, prisión, simplemente en su sonido encierra cerrojos, goznes, hierro- y temo dormir por miedo a bajar la guardia, a ser devorada finalmente por la noche. Las cicatrices que continúan hacia arriba las naturales comisuras de los labios (sonrisa que nunca podrá ser), la mitad de la cara calcinada irreversiblemente en una dualidad horrenda, el hombre con la bolsa de arpillera en la cabeza, las máscaras de payaso, el chivo expiatorio que carga sobre sí las penas del mundo, el héroe atrapado en responsabilidades que ya no quiere a causa de la corrupción del mundo, el villano que está tan herido que necesita lastimar, y de paso mofarse del dolor ajeno… uf…

You either die a hero or you live long enough to see yourself become the villain.

Es una buena patada a nuestro mundo maniqueo, judeocristiano, de sombras excluídas en vez de ser integradas. Por cierto -no sé si será intencional en el casting-, creo que es la primera vez que veo a Gary Oldman del bando de los buenos: ni siquiera lo reconocí hasta que lo leí en los créditos. ¿Se habrá reblandecido con la edad?

¡No me conteste nadie, por favor, o me arruinará los falsos bríos del nuevo año!