“Sin saberlo, todos entramos en los sueños amorosos de quienes se cruzan con nosotros y nos rodean… Así, cada uno de nosotros abre a todos su cuerpo y a todos se lo entrega”.
Marguerite Yourcenar
(Ya veo por qué siempre quise ser invisible. No lo logré, pero al menos ahora soy veterana: casi lo mismo. Es un alivio *no ser más* un sex symbol, francamente. Nunca me escondí tanto como cuando más me veían).
¡Epa! ¡Esa sí que es una cita inquietante! No sé, ¿te imaginas que vas a una fiesta y, mientras te sirven una copa de vino de bienvenida, alguien se te acerca y te dice algo así? O no, peor: ¿y si vas por la calle, alguien te pregunta dónde queda una rotisería y luego ¡te larga ese fragmento!?
¡No!
Pero, peor, peor aún… ¡Imagina que vas en un omnibus, entra un tipo que parece que quiere venderte biromes o linternas de bolsillo y, de repente, a voz en grito declama ese pasaje de la Yourcenar y todos los pasajeros empiezan a mirarse los unos a los otros, a ver con quién se acostarán en sueños a la noche!
Gabriela Onetto: haga el favor de serenarse, por favor, y tenga cuidado con los fragmentos que selecciona y copia… El futuro de muchas parejas está en juego. El mundo se ha vuelto un lugar salvajemente más promiscuo que antes desde su última entrada bloguera.
PD: Ahora entiendo por qué en el “Acto de contricción” católico uno le pide perdón a dios por los pecados cometidos de “pensamiento, palabra, obra y omisión”. Algún sacerdote, se ve, preveía lo de la Yourcenar.
Sí, mi querido Arribas, pero yo prefiero que los deseos inconfesados se queden así, o en todo caso que se confiesen con el dichoso cura o sustituto, se sueñen, se escriban, pero que queden bien apretaditos en la Sombra, y no andar como nuestra Marguerite, en expansiva comunión de voracidades sobre las carnes ajenas! O por lo menos, que no anden sobre las mías.
Al respecto, por “azar” vine a revisar una especie de entrevista que me hicieron los integrantes de Letras Virtuales, Levrero incluido, en el año 2002, y justo la primera pregunta de Levrero tiene que ver con mi post y mi pequeña reflexión personal. Lo transcribo acá, hay más en:
http://www.onetto.net/efecto%20onetto.html ¡Cuánto han cambiado algunas cosas, pero me gustó leerla!
Va Levrero interrogando a Onetto (y faltan seis preguntas suyas más que están allí):
“LEVRERO:
12) ¿Cómo ha afectado -y supongo que afecta todavía- a tu vida y a tu literatura el hecho de haber sido -o ser todavía- la mujer más bella del mundo?
Hablemos de haber sido -en el caso de que tal acusación sea comprobable, pero le sigo la corriente a Levrero-, porque ninguna mujer que rebase los 22 años es la mujer más bella del mundo y yo los rebaso desde hace unos pocos años, pero igual. Sí que afecta, por lo menos a una persona que siente terror de que la miren y la petrifiquen; cuando elegía superhéroe, siempre quería ser La Mujer Invisible de los 4 Fantásticos para poder mirar a mis anchas pero sin estar expuesta a las hambres ajenas, las maldiciones de brujas o los ladrones de almas. Esto siempre fue así: no tendría más de 6 ó 7 años, y cuando me enteraba que le gustaba a un niño en la escuela hasta vomitaba, hacía cualquier cosa con tal de faltar a clases. “La mujer más bella del mundo”, sea quien sea, desarrolla una hiperconciencia de sí misma muy dañina, incluso una autodesvalorización de sus capacidades y una gran dificultad para tomarse en serio…salvo que también sea “La mujer más tonta del mundo”, algo que por desgracia sucede bastante a menudo. También se pueden exagerar las características hiperracionales, discutidoras, intelectuales, como un modo de espantar ese tácito fantasma social de “si es mujer y si además es linda, entonces no tendrá nada en la cabeza”: a modo de escudo, yo en una época me volví una Atenea temible, guerrera de las tribunas y ametralladora de los argumentos, más patriarcal que el mismo Padre con el que me había aliado. Y mientras tanto, mi Afrodita tirada por el suelo, no vaya a ser que me le pareciera… Pero lo bueno de la edad es que te va sacando unos problemas para que puedas ocuparte de otros.”