Hace días que llueve en Montevideo. No todo el tiempo, claro, pero cuando lo hace es con esa forma de llover que tiene Montevideo, como si hubiera llovido desde aquel Verbo del principio y como si fuera a seguir lloviendo hasta el capítulo final. Una forma gris de llover, que repiquetea pertinaz contra las claraboyas, que llega hasta a rasgar los pavimentos con su acción pequeñita, constante, incisiva -la forma de actuar que suele tener el agua, por otra parte, salvo cuando se sale de su cauce, furiosa, y termina desbordándose, o cuando se alza, impotente e imponente, clamando por respeto, trepada a un maremoto devastador-.Sí, es un paisaje melancólico el que me ofrece la ventana del bar esta mañana de pies fríos, de gente callada.
Pero curiosamente en estos días no he sucumbido al embrujo triste de la lluvia montevideana. La encuentro hermosa, una oportunidad, un cielo de paraguas dados vuelta.
Está brumoso en estos días. No son las brumas de Merlín, pero igual me las recuerdan.
ayer me acordé de que te había leído contando como habías apreciado la vista desde los ventanales de la librería café Yenny, y me fui hasta ahí para ver la lluvia. Fue muy bueno y me hizo feliz! ver ese pedazo de rambla montevideana en ese momento gris y agitada, tomando café y acompañada de libros y charla con un chico lindo con el que nos queremos
¿Qué te parece? Primero, que un blog de una desconocida incida en tu vida (y en la mía, al contármelo). Segundo, que "Lluvia Canina" pueda ver la lluvia en un mejor lugar que quizás no se le hubiera ocurrido.
Sin duda, el concepto de soledad e interacción ha cambiado mucho en el mundo de las últimas décadas.
A su salud, entonces!