No te conectes.
No accedas al wifi.
No abras el Facebook.
No pongas una frase ingeniosa en Twitter.
No te muestres en el chat.
No te conectes.
No mandes más SMS.
No opines en foros.
No subas fotos.
No alimentes internet.
No te conectes.
Lo que no se escribe
Lo que dejo pasar, lo que no escribo, se pierde para siempre, regresa al útero negro de lo que simplemente no es ni será. Por mi mente pizarrón pasan varias veces al día casi ráfagas de tiza, llegan oleadas de textos que creen, inocentes, que igual sobrevivirán pese a no ser escritos. Pero es inevitable que se desvanezcan, igual que pasaría con un sueño cuando uno no despierta con la clara intención de sacarlo de la nada.
Para atrapar a unos y otros, textos y sueños, hay que lanzarse sobre el papel como un endemoniado, como un monje en éxtasis, fuera de todo, lanzarse y nadar sin pausa hasta la otra orilla. Y eso da miedo, por supuesto, porque la obsesión por otros mundos podría sacarlo a uno de este.
Pero saber eso no quita -no quita en lo más mínimo- que lo que no escribo se pudra dentro de mí, eche raíces de loto y flote en un estanque sucio. Porque lo que no escribo está herido de muerte, yo misma lo estoy, en tanto no quede escrito.
“Y después podrás morir en paz”. Quizás después, después apenas.
“Un escritor que no escribe es, de hecho, un monstruo merodeando la locura” (Franz Kafka)
Es exacto. El pozo interior se contamina, se envenena. Para quien debe escribir, no.hacerlo es peligroso, saciar la sed con agua envenada.