Ricardo Casas llegó el jueves hasta mi puerta a regalarme su documental sobre el Darno, “Donde había la pureza implacable del olvido”. Esa puerta se está volviendo testigo de eventos maravillosos. Hace mucho que quería ver ese trabajo, sobre todo porque las circunstancias hicieron que se realizara a lo largo de un buen número de años, con todos los cambios que eso trae en la gente (en el documentado y en el documentador, y ¿por qué no?, en nosotros los espectadores). Claro, una vez que el Darno murió, conseguirlo era como una necesidad. Estoy contenta.

Hoy se me dio por probar el CD a ver si funcionaba. Sabía que no lo vería en este momento (me tengo que armar de valor, ya lo sé, probablemente un buen vino, uno o dos amigos), pero pensar en la frustración de que el disco no anduviera o qué sé yo el día en que finalmente junte el coraje me incomodaba. Me hizo bajar la guardia ver que el principio era como una larga toma de campo y naturaleza con los créditos. “OK, funciona”, me dije, “unos segundos más a ver si sale él”. Recuerdo que cuando niña me gustaba prender papeles hasta que tenía que soltarlos porque me quemaban las manos.

Y entonces apareció un primer plano de Eduardo con esos ojos tristes de siempre, joven, como cuando lo conocí, cantando “As tears go by”, de los Rolling Stones. Y la música también triste (me trae recuerdos), y la voz pura, y la mirada, y el título de la canción… Me puse a llorar. Insoportable pérdida. Apagué.

Todavía no. Se ve que no.

Espero que no me pase como con las grabaciones que pedí de Levrero cuando murió. Me dijeron: “¿Qué querés que te mandemos de él?”. Yo pedí una tacita de café y alguna grabación con su voz: lo único que quería era no perder su voz. Por tres lados me enviaron las cosas: Chl la taza, CAF un registro que había hecho en charlas con Levrero (con vistas a un proyecto didáctico que teníamos, llamado informalmente “The Mario Levrero´s Guide for Dummies”, a sugerencia de mi hermano) y Pupi la grabación del homenaje en “Planetario”. Todo llegó a México, y otras cosas mías que encontraron en su casa.

Pasaron casi 4 años de su muerte, el próximo 30 de agosto, y yo todavía no me he atrevido a poner esos discos que atesoro, esos donde la voz de Levrero sobrevive a los tiempos y a la descomposición de los cadáveres físicos. Justo la voz, tan particular, que resuena en mi cabeza tan a menudo, sobre todo su risotada. Y la voz del Darno, que la siento como mi casa, vaya uno a saber por qué. Mi casa de otros tiempos, en esta vida y quizás en otras.

Las voces son sitios peligrosos de la memoria.