2007. Ya no estoy en Guanajuato, ni en Querétaro, ni en la angelical y demoníaca ciudad de Tenochtitlán. Estoy en Montevideo. Astor se tira arriba mío a cada rato mientras ve su película favorita; tiene 2 años y medio. Yo, al fin, estoy recuperando parte de mis antiguos vicios, como usar mi laptop en la cama, ahora con comodísima conexión inalámbrica. Y leo todo mi calvario de tu muerte, Carlitos, Levrero, y sé que lo he aceptado… o más o menos aceptado, lo suficiente para poder vivir con ello, para respetar tu elección. Hace unos meses todavía estaba furiosa por el abandono. ¡Justo ahora que volví a Montevideo! ¡Justo ahora que perdí el rumbo por tener un hijo! ¡Justo ahora que no puedo hacerme el espacio para escribir y necesitaría que me putearan! ¡Justo ahora, que los talleres son el centro de mi vida profesional y estoy promocionándolos por todos los medios posibles, lo cual arrancaría las más despiadadas burlas de tu parte! ¡Justo ahora, que renuncié a la fuerza de México y superé el pasado! ¡Justo ahora, que iba a volver a la carga para darle una oportunidad más a los obtusos del Premio Juan Rulfo, que no te lo dieron cuando te presenté! ¡Justo ahora, que podría ayudarte más de cerca! ¡Justo ahora, que el bombardeo químico cambió y volví a soñar cada noche! ¡Justo ahora, que estoy envejeciendo! ¡Justo ahora, que publicaste en Alfaguara y mucha más gente te ha leído! ¡Justo ahora, que conozco más a algunas de tus maravillosas mujeres y musas! ¡Justo, justo ahora!
Pero sí, hoy tengo cierta paz. En tu cumpleaños releí pasajes de La Novela Luminosa al azar, y también buscando los que tienen que ver con Ginebra. Gracias por todo el reality show de un año de tu vida; además yo no estaba en Uruguay, me fui distanciando de ese día a día (sin embargo, por alguna razón siempre tuve como una “cámara de seguridad” monitoreando lo que hacías, incluso por medio de imagenes espontáneas que me llegaban). ¡Ay, hijo mío! ¡Qué único e irrepetible que fuiste!
Y ya has de saber las buenas nuevas de Chl: espera un niñito, enamorada, en las playas algo salvajes de Zipolite, Oaxaca. Sé que allí, donde estarás ahora, podrás disfrutar esta noticia, ya desprendido de los lazos de pulpo que generamos los humanos en esta tierra…