Y efectivamente, la noble Isolda de las Blancas Manos lo cuidó con todo esmero, lo reconfortó, lo alivió de sus males, llenó su vida de calidez y quizás hasta le salvó la vida; día y noche veló por él, enamorada; drenó el veneno del tajo de la flecha aquella, limpió la sangre, lo dejó dormir hasta recuperarse. Gracias a los cuidados de Isolda la de las Blancas Manos, y muy lejos de las amenazas que había dejado atrás en Cornualles, Tristán logró salir adelante, renovarse en alma, mente y espíritu. Cualquiera correspondería a semejante amor que le ha curado sus peores heridas; cualquiera se sentiría agradecido hasta el día de su muerte. Por eso Tristán se casó con Isolda la de las Blancas Manos. Lo hizo con toda sinceridad y voluntad de entrega, radiante, contento de poder mirar todos los días su bella cara y sus manos buenas.
Mi perro adorado, a quien tuve que dejar en Guanajuato cuando volví a Uruguay, se llamaba Tristán.
El problema era que Isolda la Rubia, en cierto lugar remoto, aún seguía existiendo. Y el librillo del tarot del Rey Arturo dice así:
“Aunque él estaba agradecido y sabía que ella se merecía su amor, Tristán nunca pudo consumar el matrimonio debido a su imperecedero amor por Isolda de Irlanda, reina de Cornualles”. Se justificaba, avergonzado, diciendo que era la famosa herida que le seguía doliendo. Puede ser. Estamos en los territorios de lo simbólico. Lo cierto es que la otra Isolda seguía allí. Porque era un asunto no resuelto, a pesar de la bondad, belleza y cuidados amorosos de Isolda la de las Blancas Manos.
Y, claro, ella, la esposa, finalmente lo resintió; al final de la historia llegó a mentirle a Tristán, que agonizaba, sobre el color de las velas del barco en el que supuestamente vendría la otra, la Isolda añorada, a curarlo. Si Isolda la Rubia no había concurrido a la llamada de auxilio de Tristán -como en verdad lo hizo, pero la de las blancas manos prefirió matarlo de dolor ocultándoselo antes que permitir dicho reencuentro-, la vida ya no importaba en lo más mínimo. Por eso Tristán murió. Y ya no fue, entonces, para ninguna de las dos Isoldas.
En el taller de constelaciones familiares al que asistí hoy me tocó -entre otras situaciones- ser la representante elegida por un hombre que se había separado hace cinco años y no podía superar el abandono. En la constelación, yo representaba a su ex mujer, que había formado una nueva pareja y tenía un hijo. Se me llenaron de lágrimas los ojos cuando tuve que repetir lo que proponía la facilitadora, mirándolo a la cara: “Te agradezco todo lo que me diste y te llevo en mi corazón. Me hubiera gustado que fuera de otra manera, pero así fue“. Ojalá Tristán hubiera podido decirle eso a tiempo a Isolda la de las Blancas Manos, en vez de tener que morir.
Isolda la Rubia, reina de Irlanda, era ante todo una bruja (y, como tal, entera). Porque no en todos los casos Isolda la Rubia es un amor rival. Lo que es siempre, o debería ser siempre dicha Isolda la Rubia, es uno mismo.
Sir Edward Burne-Jones
Ginebra querida gracias por constelar también para mi, como hubiera querido decir esto tantas veces. Que dificil que es desprenderse desde ese lugar y que bien que hace poder soltar al otro.Para ambos.
Gracias por traerme esto.
Morgana
Es una interpretación muy potente del triángulo. Sin embargo, mientras leía -y siempre hipotéticamente como en tu visión del "Gracias por salvarme, pero las cosas son como son"- me decía: por qué las Isoldas de las Blancas Manos cobran tan caro sus servicios? También ella podría haber tenido un rol distinto, más valioso: "porque te amo, te dejo libre. Andá con la Rubia nomás y sé feliz, que así tristón, Tristán, no podemos vivir. Yo con este talento que tengo, me pondré una clínica privada acá nomás en el bosque de al lado, y tal vez con el tiempo, hasta me vuelva a enamorar". Es que me identifico mucho con Isolda de las Blancas Manos, pero aborrezco el chantaje.
Sí, si las cosas fueran así, como decís, en la historia de Tristán e Isolda él no hubiera tenido que morir. Por eso, a veces, algunas cosas son de vida o muerte, aunque del dolor inmenso igual no nos salvemos.
Gracias a ambas por pasar y por leer con atención y empatía.