Hoy empiezo un nuevo ciclo, tres grupos del taller de motivación literaria anual.

Entre los participantes, hay algunos alumnos de los miércoles del año pasado que ahora han quedado distribuidos entre las nuevas opciones de horario, por lo tanto ya no es aquel querido grupo que fuimos cultivando a lo largo de un año. Las “veteranas de guerra” de los jueves fueron dadas de alta por mí (es un decir: la locura literaria nunca se cura, si está bien puesta), arrojadas en cruel sacrificio a las fauces de la autogestión, juas! (las extrañaré horrores, casi tres años compartiendo con algunas, y no sólo letras sino vinos, risas, premios, y anécdotas impactantes como la fugaz irrupción de “Llamó Usted”). Por suerte también empiezan varias del taller de historia personal de este año: luego de ese rito iniciático de la autobiografía, uno siente que se conoce hasta el tuétano, aunque haya compartido sólo cinco encuentros! Los demás son todos nuevos, buaaaaa!!! (ellos deben pensar lo mismo; lo bueno es que por lo general en poco tiempo se arma un buen ambiente, mágico, muy sincero y fértil en descubrimientos, en destapes, en exploraciones, pero no quita que al principio todos estemos a la expectativa).

Qué lindo es cuando estas actividades se nos vuelven a todos, los que coordinamos y los que asistimos (porque yo también he participado de mil y una propuestas en varias áreas), parte de nuestros pilares, de los rituales buenos de la semana, un punto más de la lista del “haber”, un contacto momentáneo con el sentido. Ya llegará. Tengamos listas las copas para ese día. Lo cierto es que sí, este año terminó algo que cumplió su ciclo y empezó (empieza hoy, a las 20 hrs) algo nuevo, con nueva gente, con nuevos códigos que iremos inventando. Y el Ave Fenix se despide una vez más, destruye, termina, y vuelve a surgir… (al fin y al cabo soy de Escorpio, abusen, nomás, que acá siempre nos regeneramos!)